El Gobierno de México informó un incremento del 13% al salario mínimo que entrará en vigor a partir del 1 de enero de 2026. Con esta medida, los trabajadores que actualmente ganan 15.24 dólares diarios pasarán a recibir 17.24 dólares, un aumento cercano a los dos dólares adicionales por jornada. La presidenta Claudia Sheinbaum destacó que este ajuste se da en un contexto de “récord de inversión extranjera”, desmintiendo la idea de que mejorar los salarios provocaría inflación.
Ciudadanos consultados aplaudieron el incremento, aunque muchos consideran que todavía resulta insuficiente ante el encarecimiento de productos esenciales como carne, huevo y otros insumos básicos. Comerciantes y pequeños negocios anticipan que, debido al alza de costos, también deberán ajustar los precios de sus servicios y alimentos en 2026. En la zona libre de la frontera norte, el aumento será del 5%, un ajuste menor diseñado para mantener la competitividad frente a la industria estadounidense.
Economistas como Sergio Negrete señalan que, aunque el incremento supera la inflación proyectada para 2025, podría generar presiones para el sector privado y provocar el desplazamiento de empleos formales hacia la informalidad. A la par del aumento salarial, el Gobierno anunció una iniciativa para reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales, una reforma que aún deberá ser analizada y aprobada por el Congreso.
El debate económico se intensifica mientras trabajadores celebran un respiro financiero y empresarios advierten efectos colaterales en la estructura laboral y productiva del país.
Expertos laborales consideran que la reducción de la jornada a 40 horas semanales podría representar uno de los cambios más significativos en décadas, alineando a México con estándares internacionales. No obstante, advierten que su implementación deberá acompañarse de medidas de transición para evitar impactos abruptos en las pequeñas y medianas empresas, que son las más vulnerables ante modificaciones en costos laborales y ajustes operativos. Señalan además que, si se aplica de manera gradual, la reforma podría mejorar la productividad y el bienestar de los trabajadores.
Por su parte, sindicatos y organizaciones obreras celebraron la propuesta, asegurando que responde a una demanda histórica por mayor calidad de vida y tiempo de descanso. Argumentan que el aumento salarial combinado con la reducción de horas puede reducir la fatiga laboral, incrementar la seguridad en el desempeño y favorecer la permanencia de trabajadores en empleos formales. El Congreso recibirá la iniciativa en las próximas semanas, donde se prevé un debate intenso entre distintos sectores económicos y políticos.